Opinión. 'Amanece la fraternidad'

 

 

De sus abusos, surgen, como las leyes del péndulo, el recuerdo de la IGUALDAD. Las teorías de Marx nos señalan una sociedad de iguales, que hace que el Estado esté por encima de la individualidad. Si fuera preciso por la lucha de clases, habrá que alcanzar el poder, robado por el capitalismo sin entrañas. Se tiran de los dos extremos, y sólo se consigue, violencia, abusos, barreras, recelos, y …¡guerras!

Se necesita buscar términos medios. Aparece la Doctrina Social de la Iglesia, que con sabio equilibrio, habla de una propiedad privada que invierta en el bien social, que llegue a todos, porque tienen derecho a los bienes de la tierra;  de un principio de subsidiariedad, en el que el grande apoye lo que no puede hacer el pequeño, sin anular su iniciativa; de un voto individual para elegir a los más aptos que les representen; de la responsabilidad de construir una sociedad más justa sin privilegios… Pero en el fondo era un esfuerzo incomiable, por encontrar un equilibrio entre dos conceptos que parecían incompatibles. Tirando de la Libertad, desaparece la Igualdad, y viceversa. Se seguía el mismo esquema bipolar.

¿Dónde estaba la FRATERNIDAD? Aún no había llegado su época. Nos estamos despertando a una nueva era. ¿Será la que desarrolle la tercera palabra de la Ilustración?

Empiezan a aparecer indicios. Los indignados gritan contra el sistema de partidos políticos. Que siguen hablando con  esquemas de libertad o igualdad, desgastados por tantos abusos y mentiras, como engranajes mecánicos que ya chirrían, camuflados con lenguajes nuevos, impregnados de hipocresía. Ya no vale tanto “parlamento”. Son los grupos sociales asociados en torno a intereses nobles de equidad, educación, cultura, creencias… los que tienen  en su mano hacer una sociedad plural, en donde todos colaboremos por el bien del que más lo necesita.  Aparecen reclamaciones ante los abusos de un sistema financiero abusivo e injusto, protegido por leyes. Se empieza a pensar que lo legal no es necesariamente lo justo. Se reclaman leyes, sin letras pequeñas tan manipulables. El dinero es para el bien de los ciudadanos, no para especular (encareciendo todo y manejando el mundo a su conveniencia puramente económica) sino para que produzca en bienes tangibles. Pasamos de una sociedad “competitiva” a una “comprometida”, sin ir en contra de nadie, sino a favor del excluido, del “descartado”. Empieza a aparecer un nuevo concepto de Banca Ética, en el que el impositor exige la trasparencia, para que su dinero no financie injusticias, corrupción y privilegios, que siempre dan mejores réditos.

El día 12 asistí en Villafranca a la presentación de una nueva Asociación: FIDES (Finanzas como Instrumento de Desarrollo Solidario). Un grupo de profesionales, en la edad más próspera, dinámica y madura, nos presentaron una nueva forma de inversión, que tiene mucho que ver con la FRATERNIDAD.  Está pensada para personas de buena voluntad, cuyo aval es la confianza en la honradez que anida en las mayorías sencillas y silenciosas. Aportaciones pequeñas (entre 50 y 1.000 €) para que no existan prepotentes propietarios que impongan sus criterios. Se presta ese “capitalito” a personas a las que  se les están negando el crédito tradicional del sistema financiero. Para salir del apuro en un momento malo, o para terminar de apoyar un pequeño negocio familiar, donde los pocos empleados son como de la familia. Se escucha fraternalmente a los que lo solicitan; se busca entre todos  una financiación. Se comprometen a devolverlo cuando vayan pudiendo para que vuelva a haber para otros en circunstancias similares. Brota el agradecimiento, el conocimiento mutuo. Con el dinero depositado, que a lo peor estaba inerte en un baúl, se va entrelazando una red familiar. Hay satisfacción y alegría porque se tiene entre manos la satisfacción de sacar adelante proyectos llenos de ilusión, que dignifican al que arriesgó.

Por fin se inventa algo que tiene rentabilidad en humanismo. Despierta una cultura de la ternura, de la cercanía, de la escucha, de la compasión, de la ¡vida!. Muchos pocos que van llegando a muchos.

Algo tan sencillo que huele a FRATERNIDAD


                                Jaime Peñaranda

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