Se conmemoran los 30 años del inicio de las excavaciones del Cerro de Hornachuelos en Ribera del Fresno (1986-2016)
Esta asociación toma el nombre de Pedro de Olmos, capellán de la parroquia de Ribera del Fresno en 1798. A dicha parroquia llegó un interrogatorio para recabar datos sobre el pueblo y así poderlo incluir en un libro que describiría las provincias de España. El trabajo de contestar a este interrogatorio correspondería al párroco, pero por su avanzada edad y enfermedad no pudo hacerlo. Y Pedro de Olmos, interesado en que los datos de Ribera estuvieran incluidos, realizó esta labor.
Una vez explicado quiénes somos me centraré en la explicación del proyecto en el que venimos trabajando: La conmemoración de los 30 años del inicio de las excavaciones del Cerro de Hornachuelos en Ribera del Fresno (1986-2016)
En dichas excavaciones y en las distintas campañas participaron muchas personas y todas ellas se merecen nuestro reconocimiento.
El director de la excavación fue Alonso Rodríguez Díaz, profesor de Prehistoria de la Universidad de Extremadura, con el que campaña tras campaña, y en los meses de verano, colaboraron un grupo de estudiantes de historia de dicha universidad.
El director de esta excavación tomó contacto con la corporación local de esos primeros años y, a través del Ayuntamiento participaron, en la excavación trabajadores de Ribera que, codo con codo con arqueólogos y estudiantes, desenterraron y descubrieron lo que aquel cerro entrañaba.
Antes del comienzo de dicha excavación, la gente del pueblo comentaba que “allí había algo”, porque se encontraban trozos de cerámica y restos que lo indicaban.
Los niños del pueblo lo contaban en la escuela, y un joven maestro, Manuel Ortiz Alesón, también licenciado en Historia, movido por la curiosidad, se acercaba allí con estos escolares.
Manuel Ortiz Alesón, junto a Manuela Sánchez, maestros del colegio, eligieron este lugar para celebrar la “Semana de Extremadura en la escuela” y, así, revalorizar el lugar entre los escolares.
Por tanto, son muchas y, de muy distintos ámbitos, las personas que se preocuparon y trabajaron por difundir el patrimonio histórico-cultural de este enclave.
A todas esas personas: estudiantes, arqueólogos, trabajadores, corporaciones locales, el maestro y la maestra que llevaban de acampada en los primeros años a estos escolares, y al director de la excavación, hemos explicado el proyecto y con ellos contamos para llevarlo a cabo.
Este proyecto tiene una serie de actividades en las que también colaborarán algunas asociaciones locales relacionadas con la cultura y que trabajan por ella en nuestro pueblo.
Y estas actividades serán englobadas en unas jornadas que esperamos se desarrollen en la primera quincena de octubre.
Estas jornadas se abrirán con la intervención de Alonso Rodríguez Díaz, profesor de la Universidad de Extremadura y director de la excavación, como ya he dicho anteriormente. Quién mejor que él para hablarnos de la cultura, modo de vida, ritos funerarios,… de los pueblos que en este cerro vivieron antes y después de la llegada de los romanos a la península.
Seguidamente se proyectará un vídeo con fotografías de aquellos inicios y la intervención de todas aquellas personas que participaron de una manera u otra y que quieran dejar su testimonio sobre las vivencias en aquellas excavaciones.
Estas jornadas servirán de reencuentro y convivencia, para conocer el valor de este enclave y reconocer la persona y el trabajo de Alonso Rodríguez Díaz.
Alonso nos explicará el valor histórico, cultural y patrimonial de Hornachuelos, tanto de forma académica como anecdótica; dándonos una conferencia y explicándolo al día siguiente en el Cerro. Y lo hará contagiándonos del entusiasmo con el que suele realizar su trabajo, tanto de arqueólogo como de profesor. Será un lujo contar con su presencia.
Explicada la iniciativa, paso a hablar del lugar, y de paso, a invitar a todas aquellas personas que no lo conozcan a hacerlo.
Hornachuelos se encuentra en la cuenca media del Guadiana y pertenece al término municipal de Ribera del Fresno (Badajoz).De nuestra localidad dista apenas 10 kilómetros al sureste y el acceso más directo para llegar es el camino que sale a la altura del km. 3 de la carretera local que une Ribera del Fresno con Hinojosa del Valle.
Cuando llegamos a Hornachuelos, y mirando desde el cerro, nos damos cuenta del valor geoestratégico del lugar. Si miramos al norte vemos el valle del Guadiana y se alcanza a ver el castillo de Alange, el cerro de las Cabezas y las inmediaciones del arroyo Valdemedel ; al oeste la fértil Tierra de Barros y al fondo los altos de Feria, San Jorge y Los Santos de Maimona; por el sur y sureste tierras más abruptas y el río Matachel retenido en el embalse de los Molinos ; y es al mirar al este cuando nos encontramos con la Sierra de Hornachos, con los macizos de Pino y Sierra Grande, lugares de alto valor ecológico pero también minero, que explican el especial interés de esta zona para el asentamiento de la población.
Estando en él podemos diferenciar tres puntos arqueológicos diferenciados: el poblado o acrópolis (con las viviendas y el sistema defensivo), la necrópolis (donde se llevaban a cabo los ritos funerarios y enterramientos), y un gran aljibe que surtía de agua a la población.
En 1986 y con carácter de urgencia, se realizó la primera intervención arqueológica de Hornachuelos (Ribera del Fresno, Badajoz).
Sobre el enclave y su valor se tenía referencias en la literatura arqueológica de finales del s.XIX y s.XX., se trataba de una inscripción funeraria, ya desaparecida, y que se relacionaba con este lugar.
A esto hay que sumarle la existencia de varias colecciones particulares de materiales, principalmente monedas, encontradas allí.
Se valoró el potencial del sitio y los trabajos de investigación se desarrollaron hasta 1997.
Se reconstruyó el entorno ecológico y arqueológico de Hornachuelos, se estudiaron las diferentes fases de la ocupación, se valoró la necrópolis y, sobre todo, el estudio realizado se integró en el proceso histórico regional.
En 2002 se acondicionó y difundió el yacimiento, integrándose en el Proyecto “Alba Plata” de la Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura.
El tiempo histórico en que se encuadra Hornachuelos representa la etapa de tránsito entre las culturas prerromanas y la romanización de la Beturia.
Las evidencias más antiguas de población registradas en Hornachuelos se remontan a los momentos finales del Calcolítico o Edad del cobre (2000-1800 a.c.). De esta etapa se recuperaron pólenes y carbones que nos dan datos de la vegetación del lugar: un extenso encinar y fresnos, sauces, olmos y chopos en las riberas de los arroyos. También se recuperaron huesos que nos informan de la fauna: ciervos, liebres, zorros, perdices,…
El poblado ocupaba la zona más alta del cerro. Era fortificado, con una o dos líneas de muralla y bastiones. Las viviendas eran de planta oval, semiexcavadas en la roca y alzadas con ramas y barro. Los restos materiales encontrados son objetos líticos (de piedra) y cerámicos, como cuchillos tallados, fragmentos de hacha, o recipientes cerámicos entre los que destaca un pequeño vaso campaniforme decorado con bandas impresas. Se dedicaban a la caza, a la agricultura y cría de ganado.
Un incendio acabó con este poblado y provocó el abandono del lugar por la población.
Casi dos mil años más tarde, Hornachuelos conoce su más intensa y prolongada ocupación.(S.II a. C. hasta finales del s. I d. C.).
Y de esta época aparecen restos del pueblo indígena y del pueblo romanizado después del asentamiento de los romanos en el lugar. Estos restos nos indican los cambios de costumbre, de ritos funerarios, de tipo de construcción,… por la romanización de la población.
El poblado de Hornachuelos es en esta época de 5 hectáreas aproximadamente de superficie y con una compleja organización que lo acredita como uno de los “Oppida” o ciudades fortificadas de la Beturia (mombre que los autores clásicos dan al territorio comprendido entre el río Guadiana y Sierra Morena en el siglo I de nuestra Era).
Y posiblemente sea el “Oppidum de Fornacis”, referido por Ptolomeo (geógrafo latino) en su “Guía Geográfica”.
La defensa de la ciudad era una de las mayores preocupaciones, como queda constatado en las excavaciones realizadas. La fortificación más antigua documentada es del siglo II a. C.
En el recinto C se encuentra el espectacular aljibe excavado en la roca y que debió formar parte de una compleja red hidráulica para llevar agua al poblado. En el recinto A (superior) se conserva otro aljibe más pequeño e irregular pero más profundo que éste.
Las viviendas estaban dispuestas en manzanas de casas adosadas y separadas por calles, bien orientadas para evitar los fríos húmedos, y construidas en sentido longitudinal del cerro. Todas eran de planta rectangular, aunque unas más grandes que otras. Se levantaban sobre grandes zócalos de piedra, y sobre estos zócalos se levantaron paredes de adobe. Al principio las techumbres eran de madera y ramajes cubiertas con barro, y con el cambio de Era, comenzaron a utilizarse las tejas romanas .Se constatan, en los últimos sondeos, viviendas de finales del S.I. con cubiertas de tejas romanas y atarjeas excavadas en la roca bajo los pavimentos.
La actividad económica se basaba en la agricultura, ganadería y caza, pero sobre todo en la minería, en la explotación de las galenas argentíferas de la Sierra de Hornachos.
A 200 metros de la población encontramos la Necrópolis “El Peñascón”. La excavación de este espacio permitió conocer la evolución de las costumbres funerarias entre mediados del s. II. a.C. y finales del s.I. d.C.. Se practicaba la cremación de los cadáveres y el enterramiento de las cenizas junto con los ajuares. En los s.II y I a. C. se quemaba el cadáver en grandes piras de leña de encina, las cenizas y los enseres se guardaban en un paño o vasija de barro y esto era sepultado en un hoyo excavado en las proximidades del Túmulo (grandes construcciones de planta rectangular, cuadrada o circular a las que se les ha relacionado con tumbas de honor).
Sin embargo, en el cambio de Era eran quemados directamente en fosas excavadas en la piedra sobre un lecho de encina, se les introducía el ajuar (entre estas ofrendas piezas procedentes de los mercados emeritenses) y se tapaban con un cuidadoso sistema que posiblemente terminaría con una estela o lápida funeraria, aunque de éstas no hay restos encontrados. Y estos enterramientos ya no se encuentran alrededor del túmulo, perdiéndose así la costumbre indígena, y viendo claramente las muestras de la romanización.
Como ya dije la actividad principal era la minería, y de esta actividad se han encontrado restos (trozos de metal, mazo y yunque). También se han encontrado una importante cantidad de monedas de diferentes lugares de la península que nos demuestra el comercio y la variedad de población llegada al lugar atraída por esta actividad minera. Uno de los mayores hallazgos de esta época es un lingote de oro con inscripción SFB (Societas Fornacensis Baetúrica o Baética).
Siendo una sociedad avanzada, romanizada y con una actividad económica importante. ¿Por qué el Oppidum de Hornachuelos pierde población y desaparece en el tiempo?
El cerro de Hornachuelos se localiza en la Beturia Túrdula. Tras las “guerras lusitanas” (147-139 a.C.) se produce la conquista romana de la Beturia. Con la romanización muchos oppidum pasan a la categoría de municipios, pero este nuevo orden territorial romano no afecta al Oppidum de Hornachuelos.
Sí afecta el hecho de la fundación de Emérita Augusta en el año 25 a. C. y la nueva distribución administrativa de los territorios. La Beturia Túrdula cayó del lado de la provincia Bética. El oppidum de Hornachuelos quedó alejado de la nueva calzada que unía Emérita Augusta con Hispalis (Sevilla), y del resto de caminos que fueron entrelazando territorios conquistados.
Los habitantes de Hornachuelos acabarían por abandonar el oppidum a finales del s. I d. C. y se repartirían por las numerosas explotaciones rurales que comenzaban a florecer en los alrededores de Emérita Augusta.
Pero el tiempo no pudo con el rastro de su existencia y la excavación del lugar nos dio los datos para saber de él, de este Oppidum. Y hay una pieza hallada en el lugar que lo representa y que nos representa: el Cetro o Estandarte (s. II- I a .C.).
Creo que queda claro, conociendo el valor histórico del enclave y el magnífico trabajo realizado en él, la importancia de rememorar los inicios de esta excavación.
Desde aquí invito a todos aquellos que hayan leído este artículo a visitarlo, a visitar también el Centro de Interpretación que se encuentra en la casa de la Cultura de nuestra localidad, Ribera del Fresno y, por supuesto, a asistir a estas jornadas.
Teresa Fernández García
Diplomada en Magisterio y Licenciada en Geografía e Historia por la Universidad de Extremadura.
Participó como estudiante en la excavación del cerro.
Actualmente es maestra en el C.E.I.P. “Meléndez Valdés” de Ribera del Fresno, pueblo donde nació y reside.