El acoso entre jóvenes y los grupos de Whatsapp

Hace unos años, cuando un niño era acosado en un centro educativo, este llegaba a casa al mediodía, se encerraba, se aislaba de su entorno de compañeros más cercano y se interrumpía este calvario hasta el día siguiente. En cambio,actualmente, el acosador tiene en su poder una potente arma para poder continuar instigando a su víctima, a través del teléfono móvil y, más concretamente, del Whatsapp. Por tanto, podemos afirmar que con la aparición del mundo digital han aumentado los casos de acoso entre los jóvenes. A esta conclusión llegamos en el estudio que realizamos en el curso pasado en el IES “Fuente Roniel”, con 500 alumnos de toda la comarca, y donde destacábamos cómo los grupos de Whatsapp, concretamente los formados por una clase en concreto, se estaban convirtiendo en un peligroso lugar digital donde se contribuía a este tipo de actos despreciables. De hecho, de conversaciones a las que hemos tenido acceso se extraían los diferentes roles que aparecen en estos casos de ciberacoso. Por un lado está la víctima, que recibe insultos, amenazas, desprecios, dentro del propio grupo. Por otro lado están los agresores, que suelen ser varios y atacan uno detrás de otro, siempre jaleados por los “palmeros”, que son alumnos que, principalmente a través de emoticonos, le ríen las gracias a los agresores, asegurándose así la “inmunidad” de estos. Y, por último, tendríamos al elemento clave de esta pequeña sociedad, el espectador, el cual permanece en silencio observando cómo su compañero de clase es humillado e insultado constantemente. Aquí, nuevamente, se establecen dos perfiles diferentes: el espectador amoral, que considera que estos actos son normales e inevitables, y el espectador culpabilizado, que no interviene por miedo a ser agredido también, pero se siente culpable de no hacerlo. Este tipo de alumno, que normalmente es el rol más numeroso dentro del grupo de Whatsapp, suele compartir con frecuencia las conversaciones con sus padres, mostrando cierto pesar por lo que está ocurriendo, y convirtiendo a la vez a sus progenitores en cómplices de lo que ocurre y, nuevamente, en espectadores. Y decíamos que estos alumnos – espectadores son el elemento clave porque es con ellos con quienes hay que trabajar en los centros educativos, para que puedan aportar su ayuda con el fin de reducir esta lacra. Nos referimos a que puedan suministrar información, de manera anónima, y dar la señal de alarma cuando se producen casos de este tipo porque en la mayoría de ocasiones pueden pasar varios meses hasta que el profesorado y la familia se percatan de la situación. Sería muy atrevido por nuestra parte pensar que un espectador pueda enfrentarse a un agresor para defender a un compañero, pero sí se les puede pedir que colaboren denunciando un caso de acoso, de manera confidencial. Es aquí donde desde las tutorías se debe trabajar con los alumnos que, muchas veces, confunden “chivarse” con denunciar una situación totalmente injusta y de desigualdad.

 

Principales indicadores en el alumno que sufre acoso

En las charlas que ofrecemos en los centros educativos para padres y madres sobre este asunto, a estos les preocupa fundamentalmente qué indicadores o síntomas pueden observar  en su hijo en el caso de que esté siendo acosado. En primer lugar, y antes de detallar algunos de estos indicadores, debemos hacer hincapié en que para que se dé un caso ‘bullying’ se debe tener en cuenta que la agresión debe ser repetida y continuada, y la mayoría de veces de varios alumnos contra uno solo, donde hay un desequilibrio de poder evidente entre una parte (agresores) respecto a la otra (la víctima). Por tanto, y para no crear falsas alarmas, una única agresión no se debe considerar acoso, sí en cambio cuando estas agresiones, por pequeñas que sean, son continuadas. A partir de aquí, se puede observar en el alumno agredido algunos de estos síntomas: faltas de asistencia a clase; los domingos, principalmente, muestra enorme apatía a volver al centro; descenso del rendimiento escolar, dificultad de concentración;  sentimientos de culpa; síntomas depresivos o de ansiedad, como irritabilidad, insomnio, pesadillas, falta de apetito, problemas gastrointestinales, ahogos, mareos, dolor de cabeza, inquietud, nerviosismo, pesimismo, etc.;  agresividad en casa; autolesiones; aislamiento, pide más dinero de lo habitual porque se lo quitan en el colegio o lo chantajean; aparece con la ropa rota o le faltan objetos, como estuches, lápices, etc.

 

Principales indicadores en el alumno que es acosador

Igualmente que nos debe preocupar si nuestro hijo está sufriendo ‘bullying’, debemos también prevenir que pueda llegar a producirlo. En este caso, algunos indicadores pueden ser: agresividad verbal y/o física; no acepta las negativas y se enfada si no consigue lo que quiere; trata siempre de imponer su voluntad y de satisfacer sus deseos; habla de sus compañeros despectivamente, mostrándose siempre aparentemente superior (aunque después piense lo contrario); se mete en peleas habitualmente; no asume las normas de la casa ni se responsabiliza de sus actos; aparece en casa con objetos que no son suyos; le gusta grabar o visualizar agresiones de todo tipo a través de Internet; aprueba y refuerza las conductas de acoso realizadas por otros.

 

Actuaciones desde la familia y en el centro educativo

Muchas familias se preguntan qué pueden hacer si su hijo está siendo acosado. En este punto debemos distinguir entre la actuaciones de prevención, antes de que se produzca, y aquellas cuando ya ha sido detectado el caso. En las primeras debemos destacar que los alumnos con autoestima alta o suficiente, nunca son acosados. El agresor siempre busca entre sus víctimas a niños aparentemente vulnerables, de baja autoestima y débiles. De hecho, estos pueden cambiar de centro educativo o, incluso, de población y vuelven a ser agredidos. Por tanto, una educación de los padres basada en el refuerzo positivo puede incrementar esta autoestima desde muy pequeño previniendo este tipo de situaciones.

Por otro lado, una vez que la familia detecta que su hijo está sufriendo ‘bullying’ o ‘ciberbullying’, debe informar lo antes posible al centro educativo, siempre con serenidad y sin exagerar los hechos, para no perder ni un ápice de credibilidad. A partir de ahí el centro educativo debe poner en marcha un protocolo de actuación, que no es más que una serie de pasos, perfectamente ordenados y registrados, donde se recaba información, se toman medidas cautelares, se informa a todas las partes implicadas (profesores, presuntos acosadores y sus familias, espectadores y, si fuera necesario, a la Inspección) y se elabora un plan de seguimiento de las actuaciones realizadas con el objetivo de determinar si el caso de acoso desaparece.
Actualmente Extremadura no tiene un protocolo común para todos los centros educativos. De hecho, el próximo 19 de mayo la Consejería de Educación reunirá a todos los institutos para continuar con este trabajo. En el IES “Fuente Roniel”, donde se está muy sensibilizado con este problema, se ha elaborado desde el departamento de Orientación, en colaboración con el Equipo Directivo, un protocolo de actuación para estos casos, basado principalmente en la mediación, dado que las sanciones, si son duras, provocan un efecto rebote e incrementan las represalias sobre la víctima. El objetivo final de estas actuaciones no es otro que conseguir que nuestros centros estén libres de acoso escolar.