La crisis de la libertad

Nuestros estados son democracias neoliberales, pero claro, de democracias solo tienen el nombre y lo de neoliberal es otro nombre que, en realidad, no es más que la forma que ha tomado el capitalismo, que, según Marx, habría desaparecido, hiperdesarrollado. Todo el conjunto de valores que el hombre ha ido produciendo a lo largo de la historia han quedado reducidos al valor mercantil. Somos objetos, pero no cualquier objeto, somos útiles, pero no cualquier utilidad. Somos objetos intercambiables en el mercado. Se nos ha vaciado de nuestra subjetividad para ser objetos intercambiables en el mercado del capital. Todo el empeño social va dirigido a producir mercancía y eso es lo que se hace con nosotros desde la cuna hasta la tumba, tanto los medios de comunicación, de desinformación y control de masas, como el sistema educativo, están controlados por el poder en la sombra, es decir, el poder del capital, no el poder político. Éste también está al servicio del poder en la sombra. Los medios de desinformación nos informan de los valores, de aquello que merece la pena desear, de lo deseable, de lo que es la belleza, el bien,… todo un mundo regido por el mercado y cuyo fin es la competitividad y el éxito. La enseñanza pretende producir mano de obra para mantener el sistema, el sistema que hemos creado, el gran engaño es que éste no es el único posible, pero sí es el único que hay y del único que tenemos conocimiento. En esta situación somos esclavos absolutos del sistema, piezas intercambiables. Pero lo interesante es que se nos ofrece la posibilidad de ser libres, de ser emprendedores. Nunca hemos tenido una sensación mayor de libertad. Pero esto es mera apariencia. En realidad al convertirse todo el ideal en el de la realización en el de ser tu propio empresario, o la posibilidad que tienes de comprar, tú te vuelves el amo de ti mismo y de esta manera se rompe la dialéctica del amo y el esclavo, tú eres tu propio amo y te explotas sin consciencia hasta el límite. Por el otro lado se destruyen las relaciones humanas, el mundo de la persona en el que se da la fraternidad, la amistad y ello hace que ya no pueda existir algo así como los obreros o los proletarios, no hay clase social ni puede haber, por ende, conciencia de clase. Lo que hay es un individuo-isla, nihilista y hedonista. Un consumidor que alimenta al sistema y que está en competencia con el resto. De ahí que lo que haya aparecido es el precariado en el que reina la ley del más fuerte, la competitividad a toda costa, para eso han sido bien adiestrados los futuros objetos mercantiles en la escuela. Ya no hay amistad ni fraternidad, ya no se puede llegar al otro, el otro es tu enemigo potencial. Ya no te puedes ver en él. Por eso, mientras que se te entretiene con el consumo fácil creando la sensación de libertad se alimenta la escisión, la separación del otro y aparece la soledad.

Es el mundo de los esclavos y de los dormidos. La liberación sólo puede llegar por el hecho de la toma de conciencia, pero no una toma de conciencia intelectual, esto es otra artimaña del poder: la reducción de la inteligencia a lo meramente intelectual, es decir, a lo instrumental, lo que encaja con el mercado. Se trata de tomar consciencia con todo el ser. El conocimiento es el que nos hace libres, pero no el conocimiento instrumental, sino el sapiencial.

Marx se equivocó. No hubo revolución de los proletarios, Antonio Negri se equivocó, tras la aparición del imperio, no apareció la multitud que nos redimiría por la revolución total y la toma de conciencia global. Al contrario, en lugar de multitud llegó el individuo isla, el competidor, el solitario, el escindido, la cosa, el enfermo. Y a esto se le puede añadir el sistema de control que las nuevas tecnologías nos proporcionan en esta sociedad que no es más que un teatro, una farsa, una comedia. Concebir esta dimensión también es liberarse, despertar, iluminarse. Y es éste el cambio de conciencia, un salto en la conciencia, como ya ha habido otros en la historia, que permitan a la humanidad trascender este teatro, esta farsa. Los medios de comunicación al servicio del poder del capital dominan a través de las nuevas tecnologías desde lo que se llama la transparencia. La comunicación, se nos dice es transparente, tenemos acceso a toda la información, cierto entre comillas, hay mucha información clasificada por el poder, pero eso es otra historia. De esta forma se iguala a todo el mundo, el poder está en las nuevas tecnologías de la información que lo que hacen es vaciar de contenido el conocimiento y no te digo nada de la sabiduría, que a ésta ya ni se la barrunta. Esa transparencia es engañosa y epidérmica. La inmensa mayoría de la información es inaccesible e ininteligible. Internet es un mito, es un nuevo dios al que venerar. Por otro lado, por la vía de las redes sociales e Internet nos hemos vuelto transparentes al poder. Es éste el que se informa de nosotros, no nosotros los que nos informamos. Somos vigilados por el ojo del gran hermano mientras navegamos alegremente por la red y nos creemos libres y dueños de nuestros movimientos. Más apariencias. Nunca hemos sido menos libres y nunca nos hemos dado menos cuenta de ello. Vivimos sumergidos en el fondo de la caverna, en Matrix. En el laberinto. Es un reto para el que quiera coger la pastilla roja o el hilo de Ariadna que le saque de este laberinto. Como dice Han:

“Todo dispositivo, toda técnica de dominación, genera objetos de devoción que se introducen con el fin de someter. Materializan y estabilizan el dominio. Devoto significa sumiso. El smartphone es un objeto de devoción de lo digital en general. En cuanto aparato de subjetivación, funciona como el rosario, que es también en su manejabilidad, una especie de móvil. Ambos sirven para examinarse y controlarse a sí mismo. La dominación aumenta su eficacia al delegar a cada uno la vigilancia. El “me gusta” es el amen digital. Cuando hacemos clic en el botón de “me gusta” nos sometemos a un entramado de dominación. El Smartphone no sólo es un eficiente aparato de vigilancia, sino también un confesionario móvil. Facebook es la iglesia, la sinagoga global (literalmente, la congregación) de lo digital.” Chul Han "Psicopolítica."